jueves, 27 de enero de 2011

¿Por qué escribir?

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Como una vez leí, “Escribir es como cantar: todo el mundo lo puede hacer. Eso no implica que todo el mundo lo haga bien”.

Entre que todos podemos leer, no todos tenemos la inclinación a escribir. Como señalé en otro lado, escribir es una tarea bastante extraña, si lo analizas con calma: el escritor de ficción es un tipo que dedica horas a retratar en prosa sus fantasías, sin garantía de retribución por su sacrificio. Si hay gente que no entiende por qué querrías dedicar tu tiempo a leer, hay mucha más gente que considera “abstracto” el escribir. ¿Buscas dinero al escribir? ¿Buscas fama? Hay muchos que entran en el ramo con esas metas. Y son los primeros en decepcionarse.

Empecemos de cero: nadie escribe para ser famoso. Vivimos en la época de la sobreexposición. Te puedes volver famoso haciendo un video en el que bailas disfrazado de Winnie the Pooh, subiéndolo a YouTube. Vas a Latin American Idol, haces una pésima, pero memorable actuación y ya está. Y recuerda, por cada escritor de verdad famoso, por cada Steve King y J. K. Rowling, hay cientos de autores que no lo son. La gente no va por la calle y se detiene ante la visión de Juan Escritor; la amplia mayoría en nuestro país ignora cómo se ven sus artistas, salvo los que salen en la tele (cuyo talento, interesantemente, es materia de debate). ¿Te metiste en este embrollo por fama y fortuna? Mis condolencias.

Si tu meta es el dinero, también te tengo malas noticias. En Estados Unidos, la tierra del New York Times Bestseller List, sólo el 10% de los autores gana lo suficiente como para mantenerse con la pluma. ¿Es justo? No, pero es así. Decía Chuck Palahniuk, famosísimo autor del Club de la Lucha, que su libro iba a una segunda edición y las ganancias reportadas por ventas no eran suficientes para invitarles tragos a sus amigos. En la gira por las librerías “se presentaban cuatro personas”. No fue sino hasta la película que la cosa cambió. Pero si escribir fuese una vía directa a engrosar la cuenta bancaria, ¿no te parece que todo el mundo lo intentaría? Es más barato que comprar un billete de lotería.

También están los que dicen que “yo escribo para mí, no para los demás”. Si has conocido a uno de esos, te habrás dado cuenta de que cuando pronuncian la frase, un subtítulo aparece entre el emisor y tú: “NO ME CREAS”. Si escribes para satisfacerte a ti mismo, ¿cuál es el objeto de publicar, de participar en lecturas públicas? ¿Para qué le muestras tus manuscritos a los demás? Sí escribes para ti, termina el cuento y mételo en una caja. No está dentro de tus aspiraciones el satisfacer a un público, el emocionarlo.

Te puedo dar dos razones de por qué escribo yo, una simple y una compleja. La compleja es que busco entretener. Cuando estaba en el bachillerato, dibujaba y escribía un cómic. Dedicaba mis vacaciones a ello. Cuando un primo lo descubrió, me preguntó algo que no pude responderme sino hasta ahora: “¿Por qué haces eso? O sea, ¿para qué?”
Para que la gente se enamore de mis historias, como yo me he enamorado de las de los demás. Para que te conmueva tal parte, para que te aterre aquel capítulo, para que al final del texto suspires y digas “…Wow”.
La razón simple: escribo porque me da nota. Me lo vacilo, es chévere.

Motivos, sobran. Están los que quieren desnudar sus almas al escribir y están los que quieren desnudar a las de los demás. El escritor joven escribe de sí mismo aunque hable de otros y el viejo habla de otros aunque escriba de sí mismo. Hay quienes quieren responder una pregunta sempiterna sin solución aparente. Y otros buscan sencillamente el llamado “fenómeno de la auto-trascendencia”.

Todos esos motivos (y más) son válidos. Las únicas reglas son: 1) Hazlo porque lo disfrutas y 2) Sé sincero contigo mismo al respecto. Si escribes, y te lo has planteado en serio, acuérdate de lo que dijo Brenda Ueland en “Si Quieres Escribir: Un Libro Sobre Arte, Independencia Y Espíritu”: a menos que estés escribiendo, no existes.

Brindo por eso.

sábado, 8 de enero de 2011

¿Por qué leer?

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Pasándome las fiestas en el interior del país, me di cuenta de algo harto perturbador. Todas las personas que me conocen, que me ven con más o menos frecuencia, saben que soy un bibliófilo entregado. Para este punto de mi vida, estoy, como se diría en el ámbito político, “comprometido con el proceso” literario. Suelo llevar un libro a todas partes porque nunca sabes dónde vas a tener la oportunidad de leer. Y si existe algo más saca-la-piedra que estar en una situación ladilla, es estar en una situación ladilla sin un libro.


No pasó demasiado para que las personas a mi alrededor se dieran cuenta de mi hábito. Gran cosa, no hace falta ser demasiado observador. El giro inesperado de esta historia está en que, en vez de verse como algo digno de admiración (como cabría esperar), fue visto con severa incomprensión en el mejor de los casos.


Partiendo de mis observaciones en lo absoluto científicas, piratas e improvisadas,  en el interior de esta nación suramericana, si eres un hombre saludable de 25 años y no te interesan las modas, los blackberry te dan igual, no estás pendiente de la rumba, no te desvives por ir a la playa y no tener un carro no representa el final de la civilización moderna, eres un carajo burde’ raro. Y no es que yo dedicaba el 80% de mi tiempo despierto a leer. Es cosa de mi hábito natural: siempre llevo un libro a todos lados y, siempre que puedo, leo. O sea, no lo exageré para dármelas del intelectual, el profundo (de haber sido así, dos días bastan para darte cuenta de que lo estás haciendo mal).


La pregunta subtextual cuando se me acercaban era “¿Por qué lees? Habiendo tantas cosas qué hacer con tu tiempo libre, ¿para qué leer?” La respuesta más sencilla es “Ya que tienes tiempo libre, ¿por qué no lees?” No sé qué dice de nuestra sociedad cuando se te incita activamente a que no leas. Y no estoy hablando de lo que suele haber en la biblioteca del venezolano promedio (libros de texto y de autoayuda). Esa vaina no cuenta. Estoy hablando de literatura, y de ficción en particular. Confucio una vez dijo que “El hombre siempre debe encontrar tiempo en su itinerario para leer, o se condena a sí mismo a una autoimpuesta ignorancia.” Y eso lo dice un carajo que murió antes de la publicación de Anna Karenina.


No estoy diciendo, ojo, que el interior del país sea una cuna de desprecio para el interés intelectual; hablo, empero, de mi experiencia. Y lo que yo vi es que a la gente le resulta anormal que quieras de regalo navideño a un libro. Y si encima escribes, eres el espécimen más bizarro que puede haber en la fauna humana. En realidad, es muy sencillo. Hay gente que nace para los carros de carrera, gente que nace para el béisbol, para la religión y para el estudio de insectos. También hay gente que nace para la literatura. Yo soy de los que opina que todo está permitido, mientras tu vocación no sea destripar prostitutas (que también los hay). Si el día de mañana se prohibieran los libros (y con ciertos gobiernos, no es un escenario del todo imposible), te apuesto que aparecería una sociedad secreta de lectores y cuando todas las luces se apaguen, alguien estará en un rincón leyendo a la luz de una vela.


Si el argumento en contra de la lectura es que “mejor es salir y ejercitar tu cuerpo,” te cuento que leer algo como El Exorcista es el equivalente mental de hacer un maratón olímpico, con seiscientas flexiones. No podría enumerar los beneficios de leer, pero si quieres uno que te potencie socialmente, aquí está: leer te hace una persona más interesante. Vas a ser de los que comprenden todas las referencias que los demás comentan, cuando abras la boca tenderás a la elocuencia (que no es lo mismo que la verborragia) y tendrás mayor comprensión tanto de ti mismo, como de los demás, porque con toda la información que un libro de ficción pueda tener (no es un manual de instrucciones, obvio), el tema en el corazón de toda novela buena es la condición humana. El por qué somos como somos y por qué el mundo es como es.


Pero hablando claro, ¿para qué querrías leer? En serio, es una pérdida de tiempo horrible. Sal y… juega fútbol o algo. ¿Por qué leer, digamos, Desde Rusia Con Amor y conocer sobre la organización del contraespionaje ruso, los procesos burocráticos en la antigua Unión Soviética, la cultura turca y gitana, el funcionamiento de armas letales, geografía de Europa Oriental Y ENCIMA entretenerte con una buena historia? No tiene sentido, ¿verdad?


Hay peores crímenes que quemar libros. Uno de ellos es no leerlos.
Ray Bradbury.
 

El Seeker © 2010

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