jueves, 3 de febrero de 2011

Mitos y Realidades de la (Venerable) Publicación


  

Estaba leyendo un artículo por la novelista Gina Holmes, autora de Crossing Oceans. Dice que antes de ser publicada, se levantaba, bebía café, llevaba a los niños al colegio, iba al trabajo y escribía donde y cuando tuviera la oportunidad.
Ahora que es una autora publicada, ha ganado un par de premios y escrito un par de best-sellers, se levanta, bebe café, lleva a los niños al colegio, se va a trabajar y escribe donde y cuando tiene la oportunidad.


Suena como que nada ha cambiado, ¿verdad? Pues, según ella señala, hay algunas importantes diferencias:


1)  Su familia ya no trata su idea de publicación como un sueño utópico.


2) El tiempo que pasa soñando despierta ya no es visto como perezoso, sino productivo.


3) Antes de que se le publicara, no recibía mucho correo por parte de fans, con la excepción de alguien que escribía diciendo que tal o cual trabajo le había gustado. Ahora recibe mensajes e emails con regularidad, muchos de los cuales son capaces de mejorarle el ánimo cuando no ha tenido un buen día.


4) Ha notado que cuando habla, la gente se detiene a escuchar, porque sabiendo que es una autora publicada, asumen que lo que tiene que decir es profundo.


Un conjunto de beneficios relacionados con cómo perciben los demás al escritor, que no se aleja demasiado de las desventajas.

 


Holmes señala que ahora está bajo la presión de que sea lo que sea que escriba, el resultado debe tener calidad, porque muy probablemente será publicado y tiene que vender. Las críticas que recibe ya no son privadas, sino que están a pleno ojo público y no hay mucho que ella puede hacer para contestarlas sin verse como una dolida defensora de su obra.  Al escribir, tiene que revisar constantemente el manuscrito sabiendo que el resultado final estará en los anaqueles y la definirá como escritora. Y nosotros que creíamos saber qué era la presión del éxito.

La otra cosa, relacionada otra vez con la percepción del otro, es que la gente cree que se ha ganado un boleto a la fama y la fortuna y que ahora se da baños en oro líquido. “Todavía compro el cereal normal y ahorro lo que puedo” cuenta. “Todavía trabajo como enfermera a tiempo completo y mi salario es más de seis veces superior a lo que gané como escritora el año pasado. Aunque este año será mejor, todavía mi ingreso de enfermera será mayor. Me subí al ascensor el otro día y una colega me dijo ‘¿Todavía vives aquí? Yo te hacía viviendo en Nueva York o viajando por Europa o algo”.

Uno no puede evitar recordarse de las palabras de Palahniuk: “Se lo debo todo a la película. La suma de avance que me pagaron (en la editorial) fue tan baja que nunca se lo conté a nadie. Fueron seis mil dólares. Otros autores me han dicho que eso se llama “dinero de despedida”; una paga tan baja que se supone que el autor debe sentirse insultado y marcharse. Pero por lo menos me pagaba la renta por todo el año, así que lo acepté. Y nadie entendió al libro”.


Al final del cuento, ¿qué sentido tiene, entonces, publicar, si no te conviertes en uno de los ricos y famosos?
Como dice la señora Holmes, “mis palabras tocan a la gente en formas que yo nunca habría imaginado”. Y para un escritor, ¿no es suficiente con que alguien te diga que tu historia le sacudió y se enamoró de tal personaje?


Ja, nada más lees la frase y se te forma una sonrisa en la cara. A conciencia, sabes que sí, no te hagas, no te hagas.

Chuck es bien chhhievereee.

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